Divonne les bains/Suiza

Divonne les bains, un sueño suizofrancés

Por una aleatoria casualidad del destino, y después de varios veranos planteándome marcharme de Au Pair pero sin sentir la valentía suficiente para hacerlo, alguien me requirió (mediante contactos de contactos) para cuidar de tres niños durante quince días en Divonne les Bains, un pueblecito francés justo en la frontera con Suiza (tan en la frontera que como te despistaras caminando, te metías en otro país), en la región de Auvernia-Ródano-Alpes. 
El lugar era una maravilla; como toda la zona (y toda Suiza, al parecer) es increíblemente rica, y las casas derrochaban lujo y, a la vez, elegante sobriedad suiza por los cuatro costados. La vegetación era frondosa y de un verde esmeralda increíble. 

Estas fotos están hechas durante una serie de salidas con los niños, algunas a hacer unos picnics y otras para visitar el mismo pueblo (ellos vivían a las afueras), así que no tienen mucha coherencia cronológica. 
Por otro lado, hubo también cierto aventuramiento suizo, pero lo contaré cuando lleguemos a esa secuencia de fotos concreta.




Como veis, todo tenía muchísimo encanto en esa zona.






Supongo que toda esa zona será parecida, al tener tanta cercanía con los Alpes y demás, pero es increíblemente montañosa, y cada ladera estaba tan empinada que costaba remontarla.



El ambiente era completamente mágico. Un cuento de hadas danés preparado para morderte el culo en cada esquina.




Y el "centro histórico" del pueblo (que no parecía tener mucha antigüedad, al menos no en comparación con lo que Italia me tiene acostumbrada), era una auténtica monada. Todo casitas pequeñas de poca altura, decoradas a una manera muy encantadora.







Una de las pocas cosas especialmente célebres de la zona era el Casino, un lugar de principios de siglo donde acudían un montón de celebridades del momento, y unas termas romanas, aunque estas últimas no pude visitar, y el primero sólo por fuera.




Lago X

El primer día de nuestra llegada, los papás de los niños que debía cuidar me acercaron a ver esta maravilla. Lo llamo lago X porque aunque yo creía recordar que su nombre era lago Allaman, en google no existe ningún lugar llamado así, por lo que prefiero no dar ninguna información a dar una información falsa.







Algo curioso de esta región (o de todo el país en general, no lo sé), es que parece ser el Australia europeo. Explicación: después de cada zambullida en el lago, la mamá nos recomendaba ducharnos rápidamente con agua limpia, ya que podíamos ser atacados sin piedad por las pulgas de pato, que al parecer dejan ronchones importantes allá donde pican. Por otro lado, cada vez que regresábamos de una excursión al campo, teníamos que revisarnos concienzudamente en busca de garrapatas diminutas (del tamaño de arañitas), porque la enfermedad de Lyman es endémica de por allí, por lo que podíamos enfermar muy gravemente. 
Así pues, salir a la calle era una paranoia constante para mí.



Château du prangins 

En otra de las excursiones nos acercaron a visitar este increíble palacio del siglo XVIII, que por otro lado son bastante frecuentes por la región, ya que esta zona de Francia/Suiza se puso de moda por la época como lugar de retiro veraniego para los nobles europeos.

Era increíble vagar por cualquier carretera y ver a lo lejos un pequeño castillo o palacio alzarse en la cima de alguna ladera.



Este, en concreto, pertenecía a un noble que además nos ha legado un testimonio concienzudo de todas las cuentas de la hacienda, de una descripción laboriosa del trabajo de los criados y de sus quehaceres, por lo que sus libros de cuentas son un tesoro, históricamente hablando.






Además de los increíblemente hermosos ambientes palaciegos, respetados (o al menos conservados) de forma tan impecable que simplemente tenías que deslizarte entre las habitaciones para sentirte inmerso en la época, el palacio tenía una sección dedicada a la etnología del lugar.




Y un precioso jardín del siglo XVIII.



Suiza
En la última y la definitiva de las excursiones, la mamá nos llevó a hacer un poco de senderismo a Suiza, además de visitar un par de pueblos para pasar la noche.
Desde el coche pudimos vislumbrar estas especies de terrazas de viñedo, consideradas patrimonio de la humanidad, que sólo existen en este lugar.


Aunque estábamos en julio, en las montañas aún podían verse picos nevados, como el famoso Mont Blanc. Y yo, que desde los seis años sólo había visto la nieve en películas, estaba aluciflipando.


O sea, ¿os acordáis de Heidi? Porque yo estaba esperando encontrármela en cualquier momento. Valles completamente verdes, cielo azul celeste y laderas por las que podías bajar haciendo la croqueta ad infinitum. Sólo tenía ganas de llenar los pulmones con ese aire divino y gritar para que mi voz retumbara zigzagueando entre las montañas.












Estaba todo lleno de animales de granja, especialmente vacas tan de película que parecían irreales. 


Al caer la tarde, y tras una trabajosa caminata (íbamos con una niña de cinco años, y el camino más corto entre dos puntos no es una línea recta, es la soltería. Yo me entiendo), llegamos a un precioso pueblo cercano que además coincidió que estaba en fiestas. Allí tomamos una limonada y repusimos fuerzas antes de acudir al puerto de montaña donde íbamos a pasar la noche.



Dormimos en un pintoresco albergue en este valle entre dos imponentes montañas. ¿Verdad que parece todo como sacado de un cuento?





Casa de Chaplin
Aunque todavía estaba envuelta en un éxtasis visual por todo lo experimentado el día anterior, aprovechamos que estábamos por la zona para visitar la casa de Chaplin, donde pasó sus últimos días después de ser expulsado de EEUU por amenaza comunista. ¿Cómo pudieron renunciar al genio de Chaplin sólo por unas inofensivas ideas políticas?


La casa estaba dividida en dos ambientes: su casa en sí, testimonio museístico de su estilo de vida y su genio; y el estudio: un lugar ficticio donde han reproducido escenarios de sus películas, todo acompañado de referencias visuales y didácticas.






Este era un mural que reflejaba toda la gente con la que Chaplin tuvo algo que ver en vida.



Para una fanática de las películas de época y de sus discursos veladamente políticos y morales, fue una auténtica delicia. 

Y el viaje... qué decir. Jamás en mi vida pensé que tendría el privilegio de disfrutar gratuitamente de un lugar así. Aunque fui a trabajar, por lo que el disfrute no fue completo (nunca se puede disfrutar del todo cuando hay trabajo de por medio), la experiencia fue increíblemente gratificante. Aunque me deshice en agradecimientos, creo que no quedó lo suficientemente patente lo agradecida que estaba, no sólo por la oportunidad de trabajo, sino por la amabilidad de los papás que me implicaron en la vida familiar y me llevaron de excursión a lugar de auténtico ensueño. Si tuviera que elegir algún sitio de retiro y escritura, elegiría Suiza (eso sí, en verano).