Madrid: viaje exprés

01/02/2016

Como dije en mis propósitos de año nuevo, este era el año en el que tenía que ser feliz y más espontánea, así que como hacía bastante, bastante tiempo que quería ir a visitar el museo del Prado (al que fui una vez de niña y del que prácticamente no me acordaba de nada), le propuse a More que hiciésemos un viajecito exprés, de un solo día, a la capital.
Y lo sorprendente es que me hizo caso. Así que, levantándonos a las cinco de la madrugada, para allá que fuimos.

Lo primero que visitamos fue el propio museo, y realmente me sorprendió, a parte del tamaño, lo bonito que es por fuera, jardines incluidos. 

Frente a la entrada hay una iglesia verdaderamente preciosa, la iglesia de San Jerónimo, construida en gótico y reconstruida después en neogótico tras la ampliación del propio museo. No la vimos por dentro porque llevábamos el tiempo pegado al culo y teníamos muchas cosas que visitar antes de volver, aquella misma noche, a nuestra ciudad.
La visita fue maravillosa. Yo estaba como una grupie en un concierto, dándole golpes a More en el pecho y señalándole cuadros como si fueran personas famosas: "¡mira, es El Jardín de las Delicias! Estoy convencida de que El Bosco era un marciano que vino a la tierra para pintar eso y luego desaparecer" "¡Oh, el retrato del Conde duque de Olivares! ¿Has visto qué maestría al trazar el escorzo del caballo?" 
La verdad, no sé cómo More no se hartó a los pocos minutos y me dejó vagando por el museo.
Además había una exposición temporal de Ingres, y aunque el neoclasicismo nunca ha sido mi estilo favorito, la verdad es que disfruté viendo en persona algunas de sus obras archifamosas.

Después teníamos pensado ir a visitar a uno de mis primos de allí, que hacía relativamente poco que había tenido un retoño y aunque vinieron a visitarnos a principios de año, quería ver la evolución del peque, que a esas edades crecen que da gusto. Y como trabaja en Generación X, una tienda de cómics del centro, para allá que fuimos para comer juntos. Mientras, me harté de sacar fotos, como esta de la archifamosa fuente de Neptuno.


El ayuntamiento, con la fuente de Cibeles delante, y un cartel que rezaba "Refugees welcome". Había un tráfico tremendo, y sacar una foto en la que no saliera un coche era un verdadero reto.


Edificios bonitos, edificios bonitos everywhere.




Después de visitar a mi primo en la tienda y tener que esperar un rato a que llegara su novia con el baby, decidimos visitar los alrededores, por Malasaña, para ver la Plaza del 2 de Mayo, un poco desmejorada la verdad.

Pero el barrio tiene bastante encanto, ciertamente.

Después de comer con la familia, nos encaminamos hacia la Plaza de Oriente, donde está el Palacio Real y la Catedral de la Almudena. Llegamos tarde por media hora para entrar a ver el Palacio por dentro, ¡mecachis! pero al menos pudimos deleitarnos con el exterior y descansar un poco en el jardín.

 Como todo en esta ciudad, el palacio es gigantesco.

Gigantesco e inabarcable con la cámara





Después, nos encaminamos rápidamente a ver el puente de Segovia, renacentista y sencillo a la par que bonito (aunque del que, oportunamente, no tengo ninguna foto, excelente), y donde encontramos esta pequeña ermita.


Y después de una larguíiiiiisima calle cuesta arriba (¡media hora de caminar cuesta arriba! PERO ESTO QUÉ ES!), volvimos hacia la Gran Vía para visitar el Retiro, viendo algunos edificios bonitos en el camino.
Como el Congreso de los Diputados, que, aunque sea un cliché decirlo, me pareció bastante más pequeño que en la tele.






Finalmente, con unas ganas de hacer pis tremendas y un dolor de pies horrible, llegamos al parque del retiro, donde estaba ya anocheciendo...




...por lo que no pudimos hacerle fotos al Palacio de Cristal, que era lo que realmente quería visitar del parque. Todas parecían el inicio de alguna peli de terror tipo el Proyecto de la Bruja de Blair.




Y dado que ya era muy de noche y todavía no controlo la habilidad de mi cámara para hacer fotos nocturnas decidí dejarla aparcada el resto del viaje. Después, poco más, nos encontramos con un amigo que hicimos en Internet y que resultó ser sorprendentemente majo, volvimos hacia el coche y de nuevo nos embarcamos rumbo a casa.
Normalmente, cuando hacemos viajes exprés de este tipo suelo aprovecharlos mucho más, porque hago rutas virtuales donde apunto todo lo que está cerca para ir visitándolo en el camino, pero en este caso no fue posible porque estaba muy enfrascada en mi trabajo de fin de carrera, así que legué aquella tarea en More, quien se olvidó completamente, así que tuvimos que ir improvisando sobre la marcha. No nos cundió mucho el viaje, pero ya sólo por haber visitado el Prado y haber visto a mi sobrino me doy por satisfecha.